El Día de Todos los Santos, el 1 de noviembre, por tradición miles de personas van a los cementerios a adornar la sepultura de sus seres queridos y luego a compartir el delicioso fiambre, torrejas, el famoso pan de muerto y toda clase de postres.
Pero previo a la celebración también se vuelve costumbre contar y escuchar las historias de personas que han tenido una visión o contacto con un espíritu o ánimas del Santo Purgatorio
¿Qué son las Ánimas del Purgatorio?
Realmente nadie ha podido explicar científicamente si existe un lugar donde las almas de aquellos que han dejado algo pendiente en la tierra, de quienes han sufrido una muerte repentina o de aquellos que aun sienten un fuerte apego a su familia, se encuentren a la espera de recibir el perdón y que su alma vaya al cielo.
Nadie sabe, sin embargo, son muchas las historias que giran alrededor de este hecho. Todas estas historias toman cierto auge en esta temporada, en la que, cierto o no, todos tienen una historia que contar.
Te dejamos aquí una de las historias que han deambulado por ahí causando que se te erice la piel o que por la noche te tapes de pies a cabeza pensando que la cobija tiene efecto repelente de fantasmas.
EL HOMBRE DEL SOMBRERO DE COPA
Don Carlos narra que cuando tenía unos diez años de edad, su habitación daba hacia la pared del patio en donde su padre estaba levantando un muro perimetral. Por varias noches se despertaba por un ruido que parecía que estuvieran arrastrando algo de metal, otras parecía que estuvieran utilizando las palas que su padre usaba para construir el muro. En su somnolencia pensó que su padre con el afán de terminar la obra lo más pronto posible, trabajaba en ello hasta altas horas de la noche.
Un día por la mañana decidió preguntarle a don Mariano si el estaba trabajando por la noche, lo cual fue negado por su padre. Don Carlos cuenta que en ese momento palideció, su padre le preguntó qué le pasaba y él con un poco de vergüenza porque su padre pensara que era «miedoso» le contestó: «es que pienso que alguien se está metiendo en la noche a robar, pues escucho ruidos en donde está levantando el muro».
Don Mariano quedó pensativo y le pidió que dejara a Simbad cerca de su cuarto, si el perro ladraba era por que efectivamente había alguien.
Esa misma noche y siguiendo las indicaciones de su papá, dejó a Simbad en la puerta de su habitación. A eso de las 3 de la madrugada el perro empezó a llorar y rasgaba la puerta de la habitación de Carlos. Aunque pequeño se armó de valor, agarró un bate de madera y salió del cuarto; al abrir la puerta Simbad se pegó a él y miraba hacia el lugar donde se escuchaba ruido.
Carlos, tragando saliva, caminó un poco y para su gran sorpresa vió que un hombre de traje blanco y sombrero de copa estaba parado viéndolo fijo, luego se elevó sobre el muro y se fue.
Don Mariano salió a ver y todavía alcanzó a ver a aquel hombre, corrió hacia donde estaba Carlos y le preguntó si había visto aquello, los dos asentaron con la cabeza.
Don Mariano tomó su pistola y salió a la calle, vió para todos lados buscando a aquel personaje. A escasos 5 metros se encontraba don Genaro quien preparaba desde la madrugada su carreta para ir a entregar leche. Don Mariano le preguntó si había visto a un hombre saltar por la pared a lo que don Genaro respondió: «Ay don Mariano, todos los días el hombre ese viene a verlo a su casa y sobre todo desde que Carlitos está en ese cuarto; a de ser algún familiar que quiere despedirse del niño».
Don Carlos recuerda que don Mariano solamente se limitó a decir «ha de ser el abuelo que ya no te pudo conocer».
Desde ese día don Carlos rezaba todas las noches para que su difunto abuelo descansara en paz, sabiendo que su nieto, aunque no lo había conocido, lo quería mucho y sobre todo estaba muy orgulloso de saber que había sido un hombre muy bueno y emprendedor.
