A veces pensamos que cerrar un ciclo implica cortar todo contacto, borrar fotos, eliminar números o incluso bloquear a alguien de nuestras redes. Pero sanar no siempre necesita tanto dramatismo. A veces, el verdadero cierre no está en el adiós definitivo, sino en la paz que logras contigo mismo cuando entiendes que algo simplemente llegó a su fin.
Sanar no es olvidar, es soltar sin rencor
Cerrar ciclos no es una competencia de quién supera más rápido o quién se muestra más fuerte. Es un proceso interno, muchas veces silencioso, donde aprendes a soltar sin tener que eliminar todo rastro de lo que viviste. No se trata de negar el pasado, sino de reconocer lo que te dejó y aceptar que ya cumplió su propósito.
Puedes seguir a alguien en redes sin que te duela ver sus publicaciones, puedes guardar recuerdos sin sentir tristeza, y puedes seguir adelante sin que el orgullo o la necesidad de demostrar algo guíen tus decisiones. Sanar es mirar atrás con agradecimiento, no con heridas abiertas.

El verdadero cierre está en ti, no en un “bloquear”
Bloquear no siempre significa haber cerrado un ciclo; muchas veces es solo una forma de evitar enfrentarte a tus emociones. El cierre real ocurre cuando ya no necesitas escapar de lo que sientes.
Cuando logras pensar en esa persona o etapa y ya no te genera ansiedad, enojo o nostalgia, ahí es donde realmente soltaste.
Cerrar ciclos sin bloquear a nadie no te hace débil, te hace consciente. Significa que aprendiste a poner límites desde la calma, no desde la herida. Es elegir la paz antes que el drama.
Porque a veces, sanar no duele. A veces, simplemente se siente como respirar después de mucho tiempo.

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