Antonio Vázquez Vega, participante del V Congreso Inspirando Familias de Colegios APDE, comparte un artículo sobre la educación en una nueva realidad.
Vivimos tiempos fuertes. No son necesarios nuevos análisis a los que nos llegan diariamente ni más valoraciones sobre el impacto que tiene sobre nuestras vidas y economía. Es algo que constatamos día a día. Hoy más que nunca la realidad supera a la ficción, y la única cosa cierta es que resulta difícil predecir cómo será el futuro.
Hemos aprendido a trabajar desde casa, nos formamos a través de grandes plataformas, y hemos aprendido a hacer la compra por internet. Por video conferencia charlamos con nuestros seres queridos o hacemos ejercicio en el salón de casa. La realidad ha cambiado y tenemos la certeza de que va a seguir haciéndolo.
Educar es acompañar a conocer la realidad. Ni imponerla ni dejar que uno la conozca solo. Es estar junto al otro cuando poco a poco vaya descubriendo cada cosa de la vida. En ese sentido, la oportunidad que se nos abre es única. Difícilmente habrá un momento tan singular para poder acompañar a nuestros hijos a conocer una realidad más cambiante.
No hay que ser un gran pedagogo para darse cuenta de que nuestros hijos aprenden de lo que ven mucho más que de lo que escuchan, y en estos días están viendo muchas cosas que no se les olvidarán jamás. Ven a Papa y a Mamá reinventarse cada día en su trabajo, tal vez haciendo más horas de las normales. Nos ven aguantar con paciencia tensiones de trabajo, de cambios y criterios en los clientes, de forma de atender los retos profesionales. Nos ven mientras ven cómo organizamos la casa, inventamos formas de entretenernos todos o de hacer ejercicio en cualquier esquina. Nos han visto descubrir nuevos platos, o hacer arreglos que llevaban años sin acometerse. O simplemente nos ven asumir con sentido del humor que no practicamos nuestro deporte favorito desde hace meses.
Pero de todas las lecciones que nuestros hijos aprenden estos días, la más poderosa es ver cómo mamá y papa gestionan esta nueva realidad, y de forma muy particular como cuidamos la forma de tratarnos entre los dos.
Tanta tensión sanitaria, social, económica…. Tanto tiempo de estar encerrados a veces en viviendas o espacios muy pequeños, de combinar mil tareas (tan pronto hacer un asado como limpiar un cuarto, revisar la tarea del colegio o tener una conferencia con nuestro jefe). Toda esa tensión se va acumulando en nosotros y ni siquiera encontramos una vía de escape. Por eso, a veces, es inevitable los roces en la pareja, en el matrimonio. Son normales, es demasiada presión acumulada.
Pero cuando nuestros hijos ven como papa o mamá aguanta sin decir nada, como ponen buena cara ante problemas que se hacen diarios, como tienen paciencia ante el desahogo injusto del otro… cuando ven todo eso, aprenden una lección que no se les olvidará jamás.
Dicen que nuestro mundo valora cada vez más las competencias sobre los conocimientos técnicos. La familia es la mayor escuela de valores y competencias que existe. Es ahí donde se forjan las personalidades más fuertes, y donde nuestros hijos aprenden a gestionar la realidad, una lección que no olvidarán jamás.
Pero aprenderán de cómo nos superamos en las cosas, de cómo resistimos los malos momentos, de cómo ponemos buena cara aunque no podamos más.
Por eso, vivimos un momento maravilloso para que se forje la personalidad de nuestros hijos, unos hijos que harán un mundo mucho mejor.