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Con solo 25 años de edad, Emma Burrow recibió una de las peores noticias de su vida: tenía cáncer. Desde ese momento su mundo se desmoronó; el cáncer no solo le quitó su salud, también su matrimonio y su independencia.
Su primer diagnóstico, hace 8 años, indicaba que tenía linfoma de Hodgkin, un cáncer agresivo que le afectó las venas y las glándulas. Mientras más pasaba el tiempo, más se esparció por su cuerpo. Tuvo que someterse a fuertes quimioterapias y tuvo tres recaídas que casi le quitaron la vida.
«Hubo muchas veces que tuve ganas de rendirme. Perdí mi matrimonio, mi hogar, mi trabajo, mi independencia y mi confianza», mencionó a The Northern Echo.
Emma fue sometida a dos trasplantes de células madre, en el 2012 y en el 2015. Además, le operaron los ligamentos de la cadera, el hombro, la rodilla izquierda y el codo.
«Aparté a mis amigos y familiares y me aislé porque no tenía nada de qué sentirme positivo», explicó Emma.
Le fue bastante difícil recuperarse, especialmente porque ya no era una batalla solo física, sino que también emocional y espiritual. A pesar de todo, Emma logró salir adelante y su esperanza y alegría regresaron.
«A pesar de lo que he pasado, no cambiaría nada de lo que me ha pasado, porque realmente me ha convertido en una persona más fuerte. Tengo una mejor perspectiva de la vida ahora», dijo.
Emma ahora tiene 33 años, trabaja como paramédico y está estudiando medicina y salud social. Además, abrió una fundación para ayudar a otras personas con cáncer.
Entre sus logros, el que más la enorgullece es el de haber corrido una media maratón, cuatro años después de que quedó libre del cáncer.
«Hubiera sido mucho más fácil renunciar en los momentos más oscuros, pero me negué a dejar que el cáncer sacara lo mejor de mí. Me negué a dejar que me venciera».
