En 1960, Tom Monaghan y su hermano James compraron una pequeña pizzería llamada DomiNick’s en Michigan por menos de 900 dólares. Lo que comenzó como un modesto negocio pronto se transformó en un imperio global. Tom, apasionado por los detalles y la calidad, rebautizó el lugar como Domino´s Pizza y lo llevó a conquistar el mundo: para 1983, ya existían más de 1,100 sucursales.

Sin embargo, detrás del éxito había una historia más profunda. Monaghan había crecido en un orfanato católico, tras perder a su padre a los 4 años y ser entregado por su madre a las monjas que lo criaron. A pesar de los tropiezos, como su expulsión del seminario por desorden, su fe siempre estuvo presente.
El libro que cambió su vida
El punto de quiebre llegó cuando leyó Mero cristianismo de C.S. Lewis, una obra que lo hizo reflexionar sobre el orgullo y el materialismo que dominaban su vida. A partir de ese momento, comprendió que la verdadera riqueza no estaba en sus millones, sino en algo mucho más grande.

En 1998, decidió vender su empresa por mil millones de dólares a Bain Capital, hacer votos de pobreza, y dedicar su fortuna a promover la fe. “Mi meta es que el mayor número posible de personas llegue al cielo”, declaró en aquel entonces.
Con su nueva misión, su proyecto más ambicioso fue la creación de la ciudad Ave María, en el corazón de Florida. Con una inversión de más de 250 millones de dólares, Monaghan levantó la ciudad diseñada para albergar 11.000 viviendas, calles con nombres de santos, escuelas, tiendas, bibliotecas y centros recreativos.

En el centro de la ciudad se alza una iglesia monumental, diseñada para ser “una luz en la oscuridad que guíe hacia Jesucristo a través de los sacramentos”. Dentro de ella se encuentra una capilla de adoración perpetua, donde los fieles pueden rezar las 24 horas del día.
Una ciudad con alma
La comunidad Ave María no solo incluye una universidad que lleva el mismo nombre, sino también cursos para niños, jóvenes y adultos, grupos de oración como Emaús y la Legión de María, además de un museo dedicado a Santa Teresa de Calcuta.
Algunos críticos lo ven como un intento de imponer un catolicismo rígido en la vida cotidiana, mientras que otros cuestionan la mezcla que puede llegar a haber entre religión y política, Monaghan ha sido claro en su propósito: “Quiero llevar a tantas almas como sea posible al cielo”.
Hoy, a sus 87 años, Thomas Monaghan sigue siendo un ejemplo de transformación y propósito. Pasó de ser un niño huérfano a multimillonario, y luego a mecenas religioso decidido a dedicar su vida a Dios.
Su historia nos recuerda que el verdadero alimento no siempre está sobre la mesa, sino en el alma. Porque a veces, el mayor éxito no se mide en dinero, sino en fe, propósito y servicio.
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